¿por qué nos gustan tantos los puentes?


Fabricar recuerdos. “Crear lazos”, le dijo el zorro al Principito. ¿Pero para qué? ¿Y si no? Una tardecita, hablando con un vendedor de la plaza du Tertre, me dijo que hay pasadizos en París. No voy a dar detalles. Pero supónganse que uno va caminando por Saint-Germain des Prés y aparece en el Boulevard de Sébastopol sin haber visto el Sena. Un pasadizo en Jardin du Luxembourg pero que uno sólo puede hallarlo, indefectiblemente, en la tercera visita. Por eso digo que las ciudades son inasibles. No nos alcanzarían las hipérbolos y oximorones para ver todas sus caras. Una torre de Babel quizás. Y de nuevo: ¿para qué? ¿Es necesario perseguir el Aleph? Fabricar recuerdos, crear lazos. ¿Por qué necesitamos fabricar recuerdos? (Todo es tan claro siempre en la ducha y ahora frente al papel…) La huella es un puente y los puentes nos seducen. Nos justa volver. Nos gusta el pasado. Nos gusta, también, trascender. Algo parecido a los pasadizos secretos de Paris: los puentes. Entonces, ¿por qué nos gustan tanto los puentes?

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